Ángel Sánchez

Por Damián Giovino (@DamianGiovino)

Se metió en el arbitraje para estar dentro de su gran pasión: el fútbol. Con un estilo relajado, le sacaba dramatismo al juego. Permisivo y cercano al jugador, pero chicanero cuando lo toreaban. Logró autoridad y prestigio sin necesitar imponer cara de malo. Transparente y simple. Humanizamos a Ángel Sánchez, persona de valores.

Tras su retiro como árbitro internacional, Ángel se desarrolló en seis roles diferentes, todos vinculados al fútbol: en medios de comunicación como panelista/columnista de TV en Fox Sports y redactor en diario La Nación; profesor del reglamento futbolístico en la escuela de periodismo deportivo Deportea; Director Nacional del Arbitraje, junto a Horacio Elizondo; Secretario Técnico de la Dirección Nacional de Árbitros AFA; profesor da la materia Historia Del Fútbol en el curso virtual de la Asociación de Técnicos Del Fútbol Argentino.

-Haber experimentado en diversas funciones, ¿se debe a tu profundo amor por el fútbol o a un matiz de tu personalidad de ser inquieto, curioso y multifacético?

-Sin dudas en el inicio de todas las cuestiones el motor es mi pasión por el fútbol. Yo no fui árbitro porque soñara con serlo, lo fui para estar cerca de mi pasión que es el fútbol. Es mi pasión desde muy chiquitito, algo que me inculcó mi viejo y mi tío. En el arbitraje encontré el lugar para estar cerca de este deporte, porque como jugador, si bien hice inferiores en algunos clubes, no llegué a absolutamente nada. Después de mi retiro los caminos se me fueron dando. A los tres meses me convocaron de Fox para ser parte de un programa y se ve que les gustó cómo me desenvolví y me llevaron como columnista al Mundial del 2006. Desde ahí pasé por varios programas dentro de la emisora.  Hablar de fútbol me apasiona y me gusta mucho más que estar hablando de si una jugada fue penal o no. Lo de La Nación surgió por algo que escribí un día y Daniel Arcucci lo leyó y le gustó y me ofreció publicar. Mientras estaba en la TV, Elizondo me invitó ir a trabajar con él y con Héctor Baldassi a la AFA, dejé la tele y me fui con ellos. Trabajé más de 15 años en Deportea dando reglas de juego. Mi vocación es seguir aprendiendo. Hoy el fútbol brinda muchas posibilidades de desarrollo y crecimiento desde todo punto de vista.

“En una carrera como la del árbitro uno tiene que proteger su credibilidad, su honestidad, su moral y ser confiable”, dijo alguna vez Ángel.

-Eso aplica para cualquier cosa que se haga en la vida. Dando por hecho que hay que tener capacidad y conocimientos, el gran patrimonio que uno puede cosechar es ser creíble y honesto. Transitar un camino con dignidad e integridad.

-Seguro. Eso es algo con lo cual uno nace y crece. No tuve que hacer ningún esfuerzo para ser de esa manera, porque fui criado y educado en ese marco. La moral y la ética van mucho más allá de un hecho puntual. El error forma parte de la carrera arbitral como de la vida en general.  Las personas cometemos errores y aciertos, pero hay que hacerse cargo de las cosas. Vivimos en un mundo en donde nadie se hace cargo de nada, todos buscamos terceros responsables. A veces, cuando dirigía, tras un partido en el que no tuve una buena actuación, algún productor me llamaba para ir a tal programa, y yo aceptaba porque no había hecho nada malo, solo me había equivocado, no cometí ningún delito, no hice nada apropósito. Nunca le escapé a la declaración, al debate. Nunca me monté a la soberbia del árbitro de otras épocas en donde su palabra era sagrada.

-Vos lograbas sacarle dramatismo al fútbol. Eras cercano al jugador, permisivo cuando lo considerabas, pero chicanero y contestatario cuando te toreaban. Se notaba que entendías el ´idioma futbolero´ y sabías del juego.

-Es algo que los jugadores valoraron, como así yo también. Tuve muy buena relación con los protagonistas, porque, justamente, entendía que yo no era el protagonista, no me correspondía ponerme en ese lugar. Cuando podía ponerme del lado de futbolista, lo hacía. Con esto no digo que excedía las cuestiones reglamentarias, pero sí interpretaba los momentos y las situaciones, y me hacía cargo de mis decisiones. Cuando era chico iba a ver partidos por los futbolistas, no por los árbitros. Durante mi carrera siempre me sentí un privilegiado de compartir un campo de juego con grandes jugadores y equipos. Cuando un equipo perdía cuatro a cero y un jugador me decía: “no nos cobraste una”, yo le respondía: “te hicieron cuatro goles, hermano, ¿qué querés que te cobre?” Dentro de ese intercambio dialéctico que a veces tenía con los jugadores, ellos se reían, nos divertíamos, porque había picardía, éramos adultos. Actuaba así como una forma de descomprimir. Todo terminaba adentro del campo de juego.

-Algunos árbitros parece que sienten que para tener autoridad y mostrar personalidad deben dirigir siempre erectos, con cara de malo, imponiendo. Vos lograste autoridad y personalidad siendo relajado y descontracturado.

-Era mi forma de ser y entender el fútbol. Siempre valoré el respeto que los protagonistas tuvieron hacia mí, porque entendían que actuaba honestamente. Cuando un árbitro tiene que imponer porque no logra transmitir autoridad, es donde ha perdido. Cuando logra convencer a través de sus actitudes y decisiones, más allá de los errores, es lo valioso; ganarse la credibilidad. El árbitro es un conductor de un evento deportivo en el marco reglamentario, pero no es el dueño del evento.

-Equivocarse es normal, el tema está en hacerse cargo de las decisiones que uno toma, algo que en la sociedad actual no abunda…

-Hacerse cargo de las cosas es la base de todo. Todos nos equivocamos, todos cometemos errores en la vida. Cuando vos los reconocés y los asumís, no los volvés a cometer. Cuando los negás, cuando te rehusás a entender que ese error perjudicó a terceros, a uno mismo; evidencia una falta de desarrollo y de crecimiento personal, te vuelve necio. Cuando le digo a un árbitro que se equivocó, le pido a él que me diga por qué se equivocó, que él mismo encuentre y reconozca el error; sería fácil si yo se lo dijera.  Hay que auto evaluarse en cada situación de la vida para saber por qué te pasó tal cosa, por qué te salió mal, por qué bien. Uno es el dueño de su propia vida. La vida se dignifica a través del trabajo, que es la única manera de llegar a tus logros, no a través de las dadivas, de ir por izquierda, de buscar la ventaja.

“Cuando jugaba en las inferiores, llegaba a la cancha en bicicleta y un señor te la cuidara y te daba un papelito para después retirarla. Había como 300 bicicletas contra una larga pared, pero nadie tocaba nada. Terminaba de jugar o de entrenarme y la bici estaba ahí, como la había dejado”, relató alguna vez Ángel.

-Algo tan simple como esa anécdota hoy parece imposible en Argentina. La calidad de vida ha involucionado mucho en ciertos aspectos y la coyuntura es muy compleja como sociedad…

-Lo lamento por mis nietos, fundamentalmente. Se han perdido cuestiones que tienen que ver con las relaciones entre las personas: decirse las cosas mirando a los ojos al otro, saber qué le está pasando al otro. Hoy se comparten menos momentos, todo es a través de un dispositivo tecnológico. En mi época se disfrutaban los momentos, nadie tenía que estar pendiente de cuidar nada, mirando si te robaron la bicicleta o el auto, sin salir a la calle y mirar para todos lados a haber si te van a robar. Antes había cosas que eran habituales y que se perdieron, como sentarte con tu viejo y con otros vecinos en el umbral de la vereda un día de verano a las diez de la noche, sin que pase ninguna moto a arrebatarte.

-Mencionás que antes se compartían momentos con los vecinos, hoy parece que todos desconfiamos de todos, y si el de al lado progresa, en vez de alegrarnos, lo sufrimos…

-En el arbitraje, la alegría de uno puede ser la tristeza de otro, porque competimos por un mismo objetivo que es dirigir tal partido o torneo. En la vida cotidiana ponerte mal por la alegría de otro, pasa por la incapacidad de la persona que no puede resolver sus frustraciones por no lograr lo que logra el otro. No hay un único aspecto para crecer y desarrollarse. Solo la capacidad no basta si no le ponés sacrificio, esfuerzo, dedicación. Quienes nos conducen hace muchos años como sociedad, parece que no pueden ponerse de acuerdo con que la educación sea prioridad para el progreso, gobierne quien gobierne. Parece que no pueden ponerse de acuerdo con que la salud pública sea prioridad. Parece que no pueden ponerse de acuerdo con que la seguridad es prioridad. Cuestiones básicas y elementales como sociedad, pero acá cambian las reglas del juego de un gobierno a otro, parece que nada se mantiene. Acá se arrogan el “YO inauguré tal cosa”. Nadie hizo nada malo, nadie cometió ningún error, siempre la culpa la tiene el otro; no nos hacemos cargo de nada. Si quienes conducen actúan de cierta manera, después mucha gente dice: “si lo hacen ellos, porque no lo voy a hacer yo”, y ahí es donde perdemos todo y nunca la sociedad crece. Los valores deben llegar a quienes nos conducen, porque son el ejemplo que después imita una sociedad. No sé si somos así o nos convirtieron así. Conozco a muchísimos jóvenes, la gran mayoría laburan y estudian, son sanos, pero no son noticia, porque las noticias son siempre cosas negativas. ¿Cuándo van a ser noticias los buenos?

“Si caminás por el bien, para algunos eso es debilidad. Transitar el camino de la honestidad, dentro de este sistema turbio, a veces te deja afuera. La verdad te hace libre. Conservar los valores y principios: es fortaleza”, expresó José Chamot en dialogo con ´Humanizados´. “En este país si sos una persona pura, correcta, respetuosa, profesional, perfil bajo; parece que sos un boludo”, reflexionó alguna vez Miguel Ángel Brindisi.

-¿Has sentido eso alguna vez a lo largo de tu carrera o de tu vida?

-A veces se juzgan a las personas por apariencias. Me han dicho alguna vez: “vos no podés tener este rol porque tu carácter o tu forma de ser no es la apropiada”. Me fue muy bien siendo como soy y eso lo agradezco. Nunca busqué imponer sino convencer, si a eso se le llama ´ser débil´, es una forma muy peculiar de ver la debilidad. Es mucho más esforzado y sacrificado convencer que imponer. Cuando querés imponerle algo a otro, se da media vuelta y no te da ni cinco de pelota. Cuando lográs transmitirle algo a través del dialogo y el convencimiento, te va a responder.

-Como dice Menotti: “el que cruza el jardín en forma recta, llega más rápido, pero daña la flor. El que cruza haciendo el ángulo de 90 grados, tarda más, pero no daña la flor”.

-Sin dudas. Hay que hacer todo dando el mayor esfuerzo. Cuando transitás por el camino que no corresponde, por izquierda; siempre le vas a tener que deber algo a alguien. Hay que caminar por el sendero de la moral, la honestidad, la ética, el respeto al prójimo, escuchar a los mayores y no subestimarlos. En las grandes sociedades del mundo se valora mucho a aquellas personas grandes que laburaron toda su vida y le dedicaron su vida al crecimiento y desarrollo individual y de su familia.

“Como entrenador aspiro a difundir valores y a intentar que el público sea más culto”, dijo Marcelo Bielsa.

-¿Sentís esa ´responsabilidad´ de dejar un mensaje cada vez que hablás, siendo un personaje público?

-No lo hago premeditadamente, lo hago porque soy así, es mi forma de ser. No me esfuerzo en decir otra cosa de la que pienso, no tengo un mensaje hipócrita. Lo que hablo en una entrevista, lo hablo con mis hijos, con mi esposa, con mis amigos. No tengo una mirada y un pensamiento en un ámbito, y otra diferente en otro escenario. Cuando vos exponés, uno tiende a dejar un mensaje positivo porque alguien siempre va a escucharte. Uno nunca sabe el alcance que puede tener su mensaje, la semilla que puede sembrar en alguien la desconoce. Nunca digo algo para tener razón, sino simplemente porque lo pienso y siento. Con poder servirle a ser mejor a una sola persona con mi discurso, bienvenido sea.

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