José Meolans

Por Damián Giovino (@DamianGiovino)

Uno de los deportistas argentinos más destacados de las últimas décadas. Compitió en la élite mundial de la natación, con muy buenos resultados. Se sobrepuso a la dura frustración de Atenas 2004. Ejemplo de esfuerzo, sacrificio y dedicación. Un tipo simple y sencillo que da gusto escuchar por sus valores. Humanizamos a José Meolans.

-El deportista argentino es admirado por su amor propio, competitividad, orgullo y personalidad. Eso, a veces, es producto de algo negativo: se forma en un contexto con falta de recursos, herramientas e infraestructura. Tiene que lidiar con cosas extra deportivas. ¿Coincidís?

-Sí. Convivir con la falta de recursos, de herramientas, de espacios físicos acordes; te va haciendo crear y desarrollar una personalidad particular. Siempre pongo el ejemplo de que el deportista argentino es como Silver Stallone en la película de Rocky 4. Desarrollando esa personalidad tratás de equilibrar la balanza. Pero hay cuestiones que son irremplazables y necesarias y a veces aquí no las tenés.

-Que un chico gane medallas, da orgullo, pero más reconfortante es saber que, a través del deporte, un chico pudo salir de la calle con la difícil coyuntura social…

-Sí. Esa es la base de la pirámide. El deporte social permite captar chicos que no hacen actividad física e incentivarlos a que puedan descubrir alguna disciplina que les guste y sustentarlo en el tiempo para que así se puedan mantener fuera del contexto de la calle que no sirve.

-Para ser un deportista de élite hay que tener autoconfianza y autoestima. Pero, a la vez, para seguir creciendo hay que tener la humildad para todos los días aprender. ¿Cómo manejabas ese equilibrio fino entre no creértela demasiado ni tirarte abajo? Porque cualquiera de ambas te puede boicotear…

-Tenés que tener los pies sobre la tierra, eso es fundamental. Ser consiente de tus limitaciones y de hasta dónde podés dar o llegar. Pero la ambición de buscar una evolución permanente, tiene que estar. Tener objetivos te proporciona los motivos para esforzarte por alcanzar esas metas. Cualquier resultado no puede cambiar tu forma de ser. Siempre mi familia y entrenadores me han inculcado eso. Creértela no sirve, pero sí hay que tener confianza en uno mismo y apoyarse en los resultados positivos para encarar los ciclos de preparación.

-En los JJOO de Atenas 2004 tuviste una performance por debajo de lo esperado y has dicho que te llevó un año superar esa frustración. A veces pasa al revés, a algunos les cuesta superar una victoria. ¿A vos el éxito nunca te ha mareado?

-Yo creo que no. Habría que preguntarles a otras personas que estuvieron a mi lado si cambié en algo según un resultado o si siempre fui igual. Creo que mantuve siempre la misma forma de pensar y de ser, manteniendo una conducta en el camino transitado. Cuando te va bien el análisis que uno hace de las cosas es más corto. Es más limitado porque si a vos te va bien y lo que hacés te da réditos es porque tenés menos cosas que corregir y apretás el acelerador para aprovechar los buenos momentos. Cuando la experiencia no es buena pasa todo lo contrario, la autocrítica es mayor y evalúas por qué sucedió algo que no esperabas y sobre eso hacer los cambios pertinentes. Es parte del aprendizaje.

– ¿A Atenas llegaste en tu mejor momento deportivo, pero no en tu mejor momento emocional?

En Atenas me llevé por delante una pared de frente y después me costó una recuperación larga porque había perdido el sentido de lo que hacía. Yo llegué a esa competencia un poco desequilibrado emocionalmente porque me creí algo que a lo mejor no podía llegar a pasar. Me convencí de algo que quizá era más un convencimiento de terceros que mío, y me terminaron contagiado. Eso me produjo un desenlace negativo en Atenas. No supe cómo controlar las expectativas que se habían puesto en mí y me las terminé creyendo.

-Las nuevas generaciones parecen tener poca tolerancia a la frustración. A veces son endebles y tiran la toalla rápido porque les hicieron creer que siempre son los mejores. ¿Es importante no consentir y ser duro en la preparación de un chico para la competencia?

-Absolutamente. La sinceridad, ante todo. Ahí está el rol del entrenador de cómo ir bajando línea y llevando al deportista según cada etapa que va cruzando, sin quemar ninguna. Siempre con respeto de por medio, pero siendo exigente. No hacerle pensar a un chico que tiene las chances de clasificar a un JJOO y que después termine compitiendo en un campeonato provincial. Hay que ser muy medido con ese tipo de cosas. Lo que te marca las cosas es el rendimiento y el resultado que tenés. Hoy la tolerancia es limitada. Un chico va a una competencia y sale tercero o cuarto, y va a otra y lo mismo, y ya dice: “pucha, para qué estoy acá, qué estoy haciendo”. Los procesos son a largo plazo. Hay que tolerar y aguantar. A veces los padres le generan una presión porque lo cargan de mucha expectativa. Todo eso influye.

-Para eso, ¿es fundamental entrenar el carácter?

-Sí. El oficio, el carácter y la disciplina para ir atravesando los diversos momentos de la carrera. Hay que tener paciencia y perseverancia. Eso se inculca en la formación y en el nivel de exigencia que baja un entrenador.

– ¿Los deportes individuales son los más desgastantes en el plano mental y los que más terminan saturando?

-Yo creo que sí. A veces se tornan monótonos y es importante la impronta que le puede meter el entrenador para hacerlo más llevadero, dinámico, más lúdico. Eso lo vuelve un poco más divertido y evita que te termines quemando la cabeza rápidamente y no soportando lo que estás haciendo. Es importante tener una persona al lado que te sepa conocer, que sepa cuáles son tus puntos fuertes y débiles. Que sepa en qué momentos podés estar en situaciones incómodas, en qué momentos, no.

-Durante tu carrera, en la vida personal, ¿eras solitario o buscabas la compañía?

-Fui bastante introvertido. No digo que hoy no lo sea, pero luego de haberme alejado de lo que era la competencia y el entrenamiento para la competencia, es como que pude descubrir el hecho de tener más comunicación y sociabilizar un poco más. Necesito mis momentos de soledad para pensar y estar conmigo mismo. Pero cuando estaba inmerso en la burbuja del entrenamiento y la competencia, no me permitía abrir tantas puertas. Una vez que me retiré, eso cambió bastante. De hecho, ahora doy muchas clínicas y charlas con mucha gente.

-Si el Meolans de 12 años que se levantaba 3:40 am para ir a entrenar viera la carrera que hiciste y el respeto que lograste como persona, debería estar orgulloso, ¿no?

-Sí, claro. Noto el reconocimiento de la gente hasta el día de hoy. Soy muy agradecido. Si tengo que hacer un balance un general, estoy muy conforme con todo lo que hice. Obviamente que me he cuestionado decisiones que he tomado en diversos momentos, pero valoro mucho todo lo que pude hacer y con el correr del tiempo cada vez un poquito más. Pude tener una carrera con regularidad y tras retirarme me pude ir reinventando en otros roles y me fue bien. Así que, sin dudas, estoy conforme.

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