Damián Blaum

Por Damián Giovino (@DamianGiovino)

Uno de los mejores nadadores de aguas abiertas del planeta. Fue campeón mundial y de las más importantes competencias: ´Santa Fe – Coronda´, ´Capri – Napoli´, Hernandarias – Paraná´. Posee el récord en el cruce del Río de la Plata. Llevó su físico y su mente a los más extremos límites. Fue reconocido Personalidad Destacada del Deporte por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires. Humanizamos a Damián Blaum, el claro ejemplo de que la pasión y la dedicación pueden desafiar las más insospechadas metas.

El universo, en sobradas ocasiones, parece que tiene preestablecido el libreto de nuestra obra en la vida: cruzarse a la gente justa en el momento indicado, usar a nuestro favor la polaridad de un hecho puntual que se presenta, presenciar ejemplos inspiradores que calan hondo en nuestro interior como revelaciones. Sucesos que parecen aislados pero que terminan por armar el rompecabezas de nuestro camino a transitar. Eso, podríamos decir, le ocurrió a Damián. De muy pequeño fue diagnosticado con asma, enfermedad muy molesta en el día a día; sin embargo, fue gracias a ella y al haberse encontrado con un buen pediatra que comenzó a nadar, ya que le recomendó que realice dicha disciplina debido a sus beneficios. Gracias a su potencial pasó a entrenar al club GEBA y allí otra ´causalidad´ de la vida: conoció a un grupo de nadadores de aguas abiertas, de los mejores del mundo en aquel momento, y eso lo inspiró a volcarse por dejar de nadar en pileta para hacerlo en terrenos naturales. La historia que continua a todo eso ya es sabida: Blaum es una leyenda mundial en dicha disciplina.

-¿Ves un poco así la ´película´ de tu vida y de tu carrera?

-Sí, en parte sí: hay cosas y personas que te pueden marcar y direccionar el camino, pero luego está la parte de uno de querer escuchar y ver. Porque la vida te puede presentar sucesos y hacerte cruzar con gente, pero queda en uno el seguir otro camino o aprender de todo ello. El disparador fue mis reiterados problemas de asma siendo muy chico, lo que derivó en que el pediatra les recomiende a mis padres que me manden a hacer natación, a nivel médico, para que mejore un poco mi calidad de vida. Al comienzo ir a la pileta era ir a jugar, lo hacía en modo lúdico, de hecho, no es que me gustara tanto, a mí me gustaba jugar al fútbol. Nunca fui un tipo muy talentoso, lo que siempre me ha acompañado es mi cabeza.

Con solo seis años Damián ya entraba cuatro veces por semana.

– ¿Qué ocurrió para que pases de ir a la pileta más por ´compromiso´ a que se convierta en tu modo de vida de tan chico? ¿Cuál fue el clic?

-Con el correr del tiempo me empecé a enganchar con la actividad y pasé de nadar dos veces por semana a nadar tres, después cuatro, y en un momento me encontré nadando todos los días de la semana, de lunes a viernes, y tal vez algo los fines de semana. Casi que sin quererlo estaba realizando dobles turnos, preguntándole al entrenador si podía nadar antes de ir al colegio. A veces, siendo chico, de manera inconsciente o inocentemente, vas implicándote con algo un poco más y un poco más, y de golpe es gran parte de tu vida. Cuando pasé a GEBA me encontré con un gran maestro como Pilú García que marcó bases muy claras en cuanto al plan de entrenamiento para dar el salto de calidad y convertirme en un deportista de alto rendimiento. Allí me integré a un grupo de nadadores de aguas abiertas muy fuertes mundialmente y eso fue una gran motivación para volcarme a esa disciplina, me marcaron el camino. De chico adquirí responsabilidades en lo aplicado a la natación que no eran tan normales por mi corta edad. Siempre tuve voluntad de superarme en mis límites.

“Es importante la impronta que le puede meter el entrenador para hacer esta disciplina más llevadera, dinámica, más lúdica. Eso la vuelve un poco más divertida y evita que te termines quemando la cabeza rápidamente y no soportando lo que estás haciendo”, declaró José Meolans en charla con ´Humanizados´.

-Al ser la natación un deporte cíclico, repetición constante de mismos movimientos durante un periodo de tiempo, ¿puede volverse monótono y aburrido? ¿Te pasó en algún momento?

-No, en ningún momento pasé por eso, siempre me gustó, fui muy fanático del entrenamiento y la competencia. Desde chico entendí que, para conseguir buenos resultados, para mejorar y crecer, no hay otro secreto que el trabajo duro con muchísima implicación y humildad; no hay otro camino más fácil, por más que mucha gente lo busque, y si lo hay es muy cortoplacista. Se logran cosas importantes trabajando durante mucho tiempo de manera muy intensa, con mucha responsabilidad, exigiéndote al máximo en cada entrenamiento, elevando los límites. Obvio que cada año la temporada es muy larga y todo atleta pasa por diferentes momentos, algunos momentos son más entretenidos y en otros hay que arremangarse, agachar la cabeza y sacrificarse. Por supuesto que no está mal a veces estar cansado y agobiado. Siempre lo hice con pasión hasta el último día de mi carrera.

En el más alto rendimiento, donde las diferencias técnicas y físicas son mínimas, aflora la capacidad de usar la frustración como aliada para superarse, el no desmoronarse, el ir más allá, la capacidad de mejora, la tolerancia al dolor; la resiliencia es, por lo general, lo que marca la diferencia. Damián es un gran ejemplo de ello: le tocó ser cuatros veces consecutivas subcampeón del mundo, para consagrase luego (2013). Le tocó competir 14 veces en la mítica ´ Santa Fe – Coronda´ para consagrase luego (2017). Le tocó nadar 21,1 km en cuatro horas y cinco minutos en el Río de la Plata y tener que abandonar por problemas burocráticos de documentación, para luego establecer un nuevo record (de Colonia a Punta Lara) nadando los 42,2 kilómetros en un tiempo de nueve horas y seis minutos, consiguiendo así mejorar la marca que se encontraba vigente de diez horas.

Sos un claro ejemplo de que, más allá del logro final en sí, el camino digno es aprendizaje y experiencia para, tarde o temprano, alcanzar los objetivos impuestos.

-Todas esas veces en las que no salí primero, podemos llamarles frustraciones, pero no fracasos. Así es el deporte y la vida. El que llega más lejos, el que obtiene más logros es el que sabe reinventarse, el que sabe sobreponerse a las frustraciones, es el que sabe convertir los malos momentos en oportunidades. Eso es lo que me pasó a mí. Fui cuatro veces subcampeón del mundo del mejor nadador de aguas abiertas de la historia, eso lo veo como algo bueno. El cruce frustrado del Río de la Plata a las cuatro horas de nado, hizo que al siguiente intento esas cuatro primeras horas las haga más rápidas por la bronca que tenía. La ´Santa Fe – Coronda´ la gané con 35 años tras haber salido tres veces segundo, tres veces tercero, premio al esfuerzo, al nunca bajar los brazos, al lidiar con la prensa que cada año me preguntaba cómo convivía con ese ´fracaso´ de no poder ganarla. Fracaso es no haberlo intentado, es no luchar hasta el final en cada entrenamiento. En el deporte no se le puede llamar fracaso al salir segundo, por eso vivimos en una sociedad muy exitista.

“El momento más bajo de mi vida fue cuando llegué al momento más alto. Cuando llegué a N°1 se suponía que debía ser una persona distinta, me ponían en un pedestal, pero yo no sentía nada. Era el mejor jugador de tenis del mundo y sin embargo me sentía vacío. Hay mucho vacío en algunas formas de triunfo”, Andre Agassi. “Venía de ganar el triplete con el Barca, todo salía genial, parecía incomprensible que con la vida que tenía de privilegiado, me pasase eso por dentro… no tenía ni ilusión, pasión, ni sentimientos ni ganas; estaba vacío por dentro”, Andrés Iniesta. “En los momentos de mayor éxito deportivo es cuando a lo mejor uno más vacío se siente. A mí me pasó, posterior a esos torneos, fue cuando más triste fui”, Chapa Retegui. Son muchísimos los deportistas que han experimentado estas sensaciones ambivalentes: de lograr cosas sin ser felices.

-Al contrario de lo que piensa la gente, en el éxito, a veces, hay más vacíos y peligros que en las derrotas. Para que no suceda eso ¿Es clave no poner toda la energía, enceguecido, solo en alcanzar el logro, sino en vivir plenamente y disfrutando el camino?

-Totalmente, totalmente. El mismo día que fui campeón del mundo, el resultado que había buscado toda mi vida, cuando volví a mi habitación del hotel y cerré la puerta, le dije a mi esposa que me sentía vacío. Como que se había acabado esa zanahoria que había perseguido toda mi vida, me encontré preguntándome ´¿y ahora qué hago? ¿Cómo vuelvo a juntar fuerzas para seguir metiéndole? ´. Tal es así que las siguientes tres carreras después de ser campeón del mundo, abandoné en todas, por problemas estomacales, pero que en el fondo mío era algo 100% de la cabeza. Había perdido totalmente la esencia, las bases y el valor de lo que quería para mi vida personal y deportiva. Sabía que tenía que pensar y reformular todo, volver a nadar para mí y no para los otros. En el momento en que no estás disfrutando del camino, es el momento de rever las cosas. Eso hice, con muchísimo trabajo con mi psicóloga. Aprender a separar la pasión de la obsesión. Luego de eso sí volví a recuperar la confianza, la alegría, iba a las carreras sin pensar en el resultado, sino en disfrutar, en darlo todo, sin especular, y los resultados se dieron producto de eso. Siempre pensé e intenté autoconvencerme, quizá para quitarme presión, de que lo más importante es el camino. En la competencia claro que uno busca el resultado positivo y el éxito es hermoso, porque es obtener el premio al esfuerzo, pero es una consecuencia de lo que hacemos en el día a día. Yo siempre llevé mis límites a niveles casi inauditos, que parecían inalcanzables, pero nunca lo padecí, siempre disfruté de eso, de los cansancios, de llegar a mi casa y no poder levantar los brazos por haberlo dado todo. Nadie me obligaba, lo hacía porque lo sentía así, y amaba hacerlo.

“Si salgo a comer con Leo Ponzio o Juan Martín del Potro, que son mis amigos, ellos no pueden caminar una cuadra de corrido que los paran para pedirles fotos. Yo puedo caminar tranquilo y eso me gusta de mi profesión”, le comentó la leyenda del polo, Facundo Pieres, a ´Humanizados´. En esa línea, el gran piloto de TC, Facundo Ardusso, nos dijo: “yo tengo la posibilidad de que me vaya muy bien en lo mío, pero fuera de eso puedo tener una vida privada. Uno no deja de ser un personaje público por la profesión que ejerce y por el reconocimiento que puede tener, pero si me comparo con un futbolista, puedo desenvolverme tranquilamente por la vida cotidiana fuera de lo que hago, cuando a un futbolista reconocido se le hace imposible”.

-¿Considerás una ventaja ese matiz de realizar una disciplina no tan popular como el fútbol? El saber que sos uno de los mejores del mundo en lo tuyo, pero en la calle sos uno más, con las libertades que eso da…

-Sí, lo valoro, pero también el reconocimiento es muy grato. Lo de Leo Messi del otro día yendo a comer a un restaurant en Palermo y encontrarse a la salida con cientos de personas efervescentes por demostrarle su amor, es algo que Messi buscó y soñó toda su vida: el cariño y la legitimación de su pueblo y en su tierra. Si quería que no lo reconocieran no iba a ese lugar y se pedía un delivery para comer en su casa. Obvio que poder caminar tranquilo con tus hijos es muy bueno, pero no tiene nada malo y no es para nada feo hacer una cuadra y que la gente te reconozca, al contrario, es una caricia al alma y un mimo. Ningún deportista hace las cosas buscando el reconocimiento, pero cuando se da, es lindo.

– Todos te preguntan qué pensás o cómo administrás la mente durante tantas horas nadando en una carrera. Pero, el no pensar, el entrar en un estado meditativo, donde todo fluye, ¿no es necesario también?

-Hay carreras y carreras. En algunas la tensión y la concentración es máxima, y en otras te podés relajar más. Pero sí que mis mejores carreras en aguas abiertas fueron aquellas en las que conseguí llevar a mi cabeza y mi cuerpo a un estado de fluir absoluto, de cierto transe; no te digo entrar en un estado meditativo porque para eso tenés que perder noción del tiempo y el espacio, cosa que en el alto rendimiento no se puede. Con la experiencia que uno va adquiriendo, decía, figuradamente, ´voy a dormir las primeras cinco horas de carrera y me despierto para la última hora, hora y media´. Dormir significaba colocarme en los pies del pelotón y esperar mi momento para entrar en acción y marcar la diferencia en la recta final. Relacionado con la pregunta, una anécdota: un día voy a una clase de yoga con una profe amiga. La clase comenzó a los ocho de la mañana, cuando estábamos cerca de terminar se me ocurrió preguntar la hora pensando que eran las nueve, y era las once y veinte, no podía creer que se haya pasado ese tiempo tan rápido, y es un poco lo que sentía, a veces, en las carreras… un estado de fluir.

Damián Estudió Marketing en la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES), y Comercialización y Dirección de Empresas con orientación Marketing Deportivo en la Universidad de Palermo UP.

-Con el poco tiempo y energía que te debería quedar fuera de tu profesión, haber estudiado habla de tu ímpetu e interés por otras cosas en la vida…

-Totalmente. Gracias a esas carreras hoy tengo mi emprendimiento, junto a dos amigos, en los que organizamos eventos deportivos relacionados a las aguas abiertas en todo el país y el extranjero. El estudio es importantísimo y lo intento transmitir a los chicos que entreno o cuando doy clínicas y conferencias. Si ponés todas las fichas al deporte y no te va bien, genera un vacío. Tener un cable a tierra, otras cosas en donde poder meter la cabeza, es crucial.

-El deporte de alto rendimiento no es sano, en tu disciplina la exigencia es extrema. ¿Has hecho cosas que rozaron la inconciencia a lo largo de tu carrera?

-Y sí, sin ninguna duda. El alto rendimiento roza la inconciencia casi que a diario. En cada desafío está el grado de inconciencia que te lleva a conseguir grandes cosas. Haber nadado durante muchas horas en aguas abiertas y salir del agua en cuatro patas con hipotermia. Prometía que al año siguiente no volvía y año siguiente estaba nadando de nuevo ahí.  Como esa, miles… llevar al cuerpo al extremo. Hay veces que el cuerpo no responde, pero la cabeza sigue empujando porque tiene hambre de logros y no me dejaba caer nunca, yendo más allá de los límites. No me arrepiento de nada.

Damián está en pareja hace muchos años con Esther Nuñez Morera, quien, al igual que él, fue una de las grandes nadadoras mundiales de aguas abiertas. También fue su entrenadora durante algunas temporadas.

-Tener como compañera de vida a alguien que hace lo mismo que vos te debe hacer sentir muy entendido y contenido, pero no separar la profesión de la vida personal puede tener sus contras, ¿cómo administraron eso?

-Siempre lo administramos muy bien, nunca tuvimos problemas. Pudimos conformar una hermosa familia, con dos hijos divinos, eso va mucho más allá de la natación. La convivencia de pareja y de nadador/entrenadora siempre lo llevamos bien. Quizá mi último año profesional fue el más complejo porque de viejo me puse más mañoso y me costaba todo mucho más. Siempre estuvo en las malas para alentarme, el tenerla a mi lado en cada momento fue y es primordial.

-Tu profesión te enseña que un humano, omnipotente como no solemos creer, puede tenerlo todo ´diagramado, preestablecido´, pero, en realidad, la que manda es la naturaleza y contra ella no hay nada que hacer, somos ínfimos…

-Completamente. La naturaleza manda y es sabia, no vale la pena gastar energías mirando pronósticos, aplicaciones, pensando cómo va a estar el agua y el clima. En lo que tenemos que preocuparnos es en cuidarla a la naturaleza. Me costó muchos años de carrera entenderlo.

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