Juan Curuchet

Por Damián Giovino (@DamianGiovino)

Medallista de oro olímpico. El argentino, junto a Santiago Lange, con más participaciones en JJOO. Campeón de todas las más prestigiosas competencias de la élite mundial del ciclismo. Uno de los creadores del ENARD. Solidario y comprometido. Salió de muy abajo y gracias a sus grandes condiciones, loable esfuerzo y sacrificio: llegó a lo máximo. Humanizamos a Juan Curuchet.

“Las cosas que recibes como regalo no se valoran; en cambio, se valora mucho más las cosas que se consiguen con el propio esfuerzo; cuanto mayor es el esfuerzo, mayor es el valor” dijo alguna vez Rafa Nadal. Si alguien puede entender a la perfección esa frase, por propia experiencia, ese es Curuchet. Se hizo bien de abajo, en el seno de una familia muy humilde que no contaba ni con una ducha en la casa. Comenzó con una bicicleta modesta de su padre. A pesar de ir creciendo sideralmente en lo deportivo, obteniendo logros formidables y prestigio mundial; los sacrificios no cesaban: tuvo que vender un auto para invertir el dinero en su profesión, comer en el suelo una vianda propia previo a una importante competencia por no poder hacer el gasto para ir al restaurant del lugar. Previo a irse a los JJOO de Pekín 2008, encontró dos botellas con orín en el cuarto de sus hijos ya que aún no había podido terminar el baño de su hogar. Se perdió el nacimiento de sus cuatro hijos. Todas estas cosas, y muchas más, hacen de Juan un ejemplo inspirador de superación, habiéndolo conseguido absolutamente todo dentro de su profesión producto de una inconmensurable entrega y laboriosidad.

-Si bien, de por sí, todos los logros que obtuviste en tu carrera fueron brillantes; cobran el doble de valor por el camino que has tenido que transitar para conseguirlos y los esfuerzos realizados…

-Sí, y más valor cobra una vez que lo lograste todo. Fueron 26 años de competir en el alto rendimiento representando a mi país con mucho esfuerzo, dedicación y sacrificio. Siempre, como todos los deportistas amateurs, estuve muy aferrado a nuestro himno, nuestra camiseta. El deporte enseña que, a través de muchísimo esfuerzo, llegan buenos resultados. Después de retirarme le seguí dando valor a todas las cosas, hasta las más mínimas. El deporte es educativo para la vida. Siempre valoré las cosas, en el durante de mi carrera y en el después, ya habiéndolo conseguido todo.

-Has usado la adversidad como empuje y motor para avanzar…

-Es sencillo: todas aquellas cosas que uno va dejando de lado en la vida, en pos de afrontar los desafíos para los cuales uno se va preparando; tienen que valer la pena. En el momento previo a competir pensás en todo lo que dejaste para estar ahí y tenés que hacer que valga la pena todo ese esfuerzo realizado. ¿Cuándo vale la pena? Cuando te comprometés con tus sueños. El deportista siempre tiene que estar positivo, para convertir los momentos negativos en un aliado que te permita avanzar, motivándote a acelerar a fondo. Si Ves el momento negativo como un impedimento: no avanzás. El día que subí a la habitación de mis hijos y vi que habían orinado en una botella, me dije: ´esto lo tengo que cambiar´. Usé ese disparador para potenciarme. En el alto rendimiento te tenés que comprometer al 100%. De qué sirve no haber estado con tu familia en las navidades y fin de años, si después en los momentos más importantes, que son los entrenamientos y las competencias, hacés las cosas a medias. Uno pierde cuando hizo todo lo posible y él otro te ganó porque es mejor. Uno fracasa cuando hizo todo a medias.

-En la vida es tan importante Saber hacia dónde vas, como lo es no olvidarse de dónde venís…

-Es que no olvidando nunca de donde uno viene, es la manera de tener disparadores para saber hacia dónde ir. Agarrarse del recuerdo de la olla que se raspaba para comer, de la mesa en donde tus viejos tomaban mate cocido con pan, de haber caminado por el barro descalzo y que mi madre me lavase los pies. Cuando te enfrentás al evento más importante de tu vida, no podés olvidarte de todas esas cosas de tus orígenes. Te hace mejor persona. Nunca la gente sin memoria logra grandes cosas en la vida. Hay que conservar la sencillez y los valores.

– Ganaste la primera carrera que disputaste, al muy poco tiempo eras campeón argentino y panamericano. Tener éxito tan prematuro, si no estás con los pies sobre la tierra, te puede marear haciéndote crear una realidad ficticia que se desmorona ante la primera frustración…

-Cuando vos empezás a practicar un deporte, una de las primeras cosas que tenés que aprender es que se gana y se pierde; es el primer manual. Aprendí más de las derrotas que de los triunfos. Pero uno de los detalles que me hicieron crecer mucho, es saber revisas los momentos en que ganaba. Cuando ganás, uno festeja y eso está bien, pero también tiene que haber un análisis de cómo ganaste, para mejorar y seguir sumando. Nunca hay que atarse a un logro conseguido. En el alto rendimiento no hay que tener techo, hay que ir hasta el sueño máximo que en mi caso fue ganar la medalla de oro olímpica.

-Siempre has pregonado que, para cumplir los sueños, todo depende de uno mismo; que no hay que echar culpas, sino ser responsable de los actos y decisiones que tomamos…

-Totalmente. Es tan fácil analizar nuestra política argentina: se le echa la culpa al que estuvo antes. Si yo le hubiese echado la culpa a todo lo que me pasó en la vida, no hubiese logrado nada. Durante mi carrera hubo malos Secretarios de Deportes, malos dirigentes, malos directores, mala política en mi país. Si me agarraba de eso, no tenía chances de progresar en el deporte. Vivimos echando culpas, pero la única responsabilidad, en todo ámbito, es propia. Porque el Secretario de Deportes no me diera los recursos para poder viajar para competir, no iba a dejar de intentar conseguirlos de otra manera. Si me los daba, bien, y si no, no me quejaba, le daba para adelante y buscaba cómo conseguir esos recursos porque el sueño dependía de mí, no quería que pase a depender de otros. Fui el ciclista del pelotón de élite mundial, con el presupuesto más bajo de todos y salí campeón olímpico igual. No todo pasa por el dinero. Si te doy un millón de dólares, vos la medalla no la vas a comprar. No hay que mirar hacia los costados, hay que hacerse responsable de nuestros sueños. Cuando gané el oro olímpico puse 14mil euros de mi bolsillo y me los devolvieron dos años después. Nunca me quejé y le di para adelante. Una vez que logré las cosas, sí me puse a pelear por los derechos de los deportistas. Soy uno de los creadores del ENARD.

-Hay que ponerse objetivos grandes, pero también hay que ir disfrutando del camino que uno va transitando. Valorar las pequeñas cosas y todos los logros que vas obteniendo. Eso te pasó a vos: en busca de la medalla dorada olímpica, ganaste más de 70 preseas en prestigiosas competencias…

-Hay que ponerse en la cabeza que lo grandes logros llevan tiempo conseguirlos. Nada se consigue de un día para el otro. En mi primer JJOO en el 84, donde salí quinto, me puse en la cabeza que quería una medalla olímpica, pero sin ponerme plazos. Quería lograrlo, no importaba cuándo. Pasaron seis JJOO hasta que lo conseguí, 24 años. No entiendo a mi país cuando queremos solucionar las cosas de un día para el otro y no con un proyecto a largo plazo. Los atletas de alto rendimiento son los mejores ejemplos de los cuales deberían aprender los políticos para entender que para lograr cosas y hacer transformaciones, se necesita mucho tiempo. Hay que tener paciencia y perseverancia, entender tu cuerpo y tu mente. Lograr que la cabeza mueva al físico. Si no sos inteligente, podés tener toda la genética y condiciones que igual no vas a llegar. Tenés que ir haciéndote. Cada objetivo que fui consiguiendo, era un cimiento más para mi gran sueño: la medalla olímpica. Por eso es que disfrutaba cada logro. Cuando tenía 16 años tenía sueños: ser campeón argentino, sudamericano, panamericano, campeón mundial. Pero mi objetivo máximo era una medalla olímpica. ¿Qué me pasó persiguiendo ese gran sueño olímpico? Que logré todos los otros escalones que alguna vez me había propuesto. Cada escalón lo fui disfrutando y me iba acercando a la gran meta.

“Si realmente el sufrimiento da lecciones, el mundo estaría poblado solo de sabios. El dolor no tiene nada que enseñar a quienes no encuentran el coraje y la fuerza para escucharlo”, dijo Sigmund Freud.

-Tuviste que sortear dificultades y te has impuesto a las frustraciones. Si bien tiene mucho mérito levantarse cuando te caes; es fundamental levantarse habiendo aprendido algo para no volver a caer por lo mismo…

-Totalmente. Es clave tener inteligencia. Para que se dé eso que decís de aprender de una dificultad, hay que tener inteligencia. La genética de nacimiento para un deportista es muy importante, pero no alcanza sin inteligencia. Nunca tuve grandes grupos de trabajo a mi alrededor, muy por el contrario, me las rebusqué yo mismo porque estaba comprometido con lo que hacía, porque tenía mi intelecto comprometido con mi sueño. Hoy en día, en el mundo, aún se usan entrenamientos que son de mi autoría, diseñados por mí. El argentino tiene mucha materia gris y es rapidísimo mentalmente, pero hay que usarlo para el bien y no para el mal. Las cosas que he resultado durante una carrera en cuestión de segundos, te aseguro que nunca un europeo lo hizo porque son estructurados. Nosotros los volvíamos locos porque les cambiábamos el planteamiento en plena carrera y eso es por la rapidez mental del ADN argentino.

“Soy un ladrón de ideas; he robado un poco de aquí, un poco de allá; lo he metido todo en una licuadora, le agregué mi impronta y salió lo que soy hoy como entrenador”, Peo Guardiola.

-Has dicho que aprendiste un poco por ósmosis: observando, absorbiendo conocimientos; ´robando´ un poco de todos lados…

-Exacto, soy un experto en eso. Usar los sentidos, el tacto, la memoria, la esencia. Hoy el avance de la tecnología y la ciencia ha mejorado muchas cosas, pero tiene que haber un equilibrio con el cuerpo y la mente. Hay cuestiones que la tecnología no te las da. Siempre hay que tener el oído abierto para escuchar. Cuando estás en una mesa, es fundamental mirar, escuchar y callar. No hay que abrir la boca cuando habla la gente que sabe. Me ha pasado de estar en una mesa con los mejores entrenadores del mundo, siendo ya muy experimentado. Supongamos que el 90% de las cosas que hablaban, ya las sabía. Si yo eso lo expreso, es decir, cuando hablan les digo: ´sí, ya lo sé´, ellos se van a callar porque para qué van a decirme algo que ya sé. Ahora, si vos hiciste silencio cuando hablaban de cosas que ya sabías, cuando tiran el 10% que no sabés: lo agarrás y lo tomás. Esa es la mejor manera de aprender.

Cuando se retiró, Juan subastó la bicicleta que usó en su última carrera. Con el dinero recaudado se compró un importante instrumento para un hospital oncológico de niños. Posteriormente, la magia del universo le hizo vivir un momento muy emotivo: se encontró con una mamá y su hija, Mía, que le dijo que gracias al instrumento que él donó, la nena se pudo curar de cáncer.

Sos una persona de espíritu solidario…

-Sí. La parte solidaria, los argentinos la tenemos. Cuando pasa algo, el pueblo siempre sale a ayudar. Lo importante es cuando la solidaridad se hace desde el corazón. Cuando uno tiene la posibilidad y una herramienta para hacerlo, no hay nada más lindo que poder ayudar.  Ver lo que una ayuda produce en otra persona, es algo muy lindo y te hace feliz a vos mismo. El hecho que marcás de Mía, es algo de lo que no puedo hablar mucho porque me emociono; fue un momento muy fuerte. Cuando no te olvidás de dónde saliste y de que tuviste necesidades; entendés que hay muchas otras personas con necesidades que requieren la solidaridad de los otros.

Curuchet ha sido senador provincial y presidente de la Comisión de Atletas del Comité Olímpico Argentino (COA). Además de tener una fundación: “Juan Curuchet para el deporte”. Todo en pos de potenciar al deporte con ayuda económica de subsidios, becas, subvenciones, herramientas de trabajo, etc.; además de buscar cambiarle la realidad, muy lacerante a veces en Argentina, a los chicos a través de la práctica de una disciplina.

-Una vez dijiste que querés devolver algo al deporte que te hizo cumplir todos tus sueños. ¿Por eso incursionaste en todas esas actividades?

-Sí. Todo lo que hago es dirigido al deporte, porque yo soy un hombre del deporte, el cual me ha hecho crecer, me ha educado. El deporte cambia y transforma a un chico y a su calidad vida; le da valores, lo saca de la calle. Pero estamos en un país que invierte poco en esa área, lamentablemente no hay una política de estado al respecto. El gobernador que me gusta mucho cómo se maneja al respecto es Sergio Uñac, de San Juan. Él invierte mucho en deporte. El resto dice que está bueno que los jóvenes hagan actividad deportiva, pero ¿en dónde? Los clubes de barrios están muy mal. Para que un país salga adelante tiene que invertir mucho en cultura, educación y deporte.

Gabriel Curuchet, hermano de Juan, ha sido otro muy reconocido ciclista internacional de gran palmarés. Han transitado juntos sus carreras, apoyándose el uno al otro en todo momento.

– ¿Qué significó compartir todos tus logros deportivos junto a tu hermano?

-Imaginate estar en un podio olímpico, escuchando el himno argentino mientras se iza la bandera de tu país con tu hermano al lado. ¿Hay algo más lindo que eso? Siempre fuimos súper unidos, nunca tuvimos una discusión en nuestras vidas. Tenemos un vínculo muy especial. Fue un gran cimiento en mi vida y mi carrera.

“No se debe hacerle pensar a un chico que tiene las chances de clasificar a un JJOO y que después termine compitiendo en un campeonato provincial. La sinceridad tiene que estar ante todo”, aludió José Meolans en charla con Humanizados.

-Uno de tus lemas es “soñar en grande”. Vos podías hacerlo por tus condiciones naturales y gran capacidad de dedicación y esfuerzo. Pero ¿no hay que ser realista? No todos tienen tus atributos…

-Hay gente que, con buena mentalidad, llega a lograr grandes cosas pese a tener menos condiciones que otros. Mi hermano genéticamente no tenía muchas condiciones, pero tenía una gran cabeza y entrenaba como un caballo y así llegó a grandes logros. El que tiene mentalidad, entrena más que el resto y se potencia. Es clave el compromiso que uno tenga por su sueño. Si alguien se compromete a un gran sueño, en el medio va a cumplir otros. Me cansé de ver casos de deportistas con grandes condiciones que no llegaron a nada. A mí me das una semana a un atleta y te digo si llega o no; es muy fácil darse cuenta. El que quiere su deporte, cuida sus herramientas de trabajo. Si ves a un pibe que salió a pedalear y después dejó tirada la bicicleta y no la limpió: no existe. Cuando un atleta logra una medalla significa que alcanzó la perfección, porque solo se puede conseguir con una actuación de 10 puntos. Eso se va construyendo y llega un punto que tiene que saber manejarse solo, porque su entrenador no va a estar arriba de la bici con él durante la competencia, tiene que saber resolver por sí solo, sino se vuelve como el niño tonto al que le dan todo.

-Cuando ganaste la medalla dorada en Tokio 2008 dijiste que a partir de ahí escucharon tu voz. Vivimos en una sociedad exitista que parece que sino ganás, no tenés nada para decir…

-Sí, somos exitistas. Lo importante es que cada uno que puede lograr grandes cosas, se comprometa para trabajar en la transformación de diversas cosas en busca de que mejoren. Pero no debemos esperar solo de aquel que triunfa, nos tenemos que comprometer cada uno individualmente para avanzar como sociedad.

– ¿Cómo ves a la Argentina?

-Me produce un tremendo dolor mi país, porque lo amo y me quedo acá, no me voy a otro lado. Ver lo divididos que estamos los argentinos, ver cómo está el país; me genera dolor. No podemos encontrar un equilibrio, teniendo un país hermoso con un potencial enorme. Es como hablábamos antes referido a un deportista: Argentina tiene una gran genética, pero no le sirve porque los políticos no tienen la inteligencia para potenciar esa genética. Es una lástima. Hay que invertir en educación. No hay nada peor que un pueblo ignorante.

-Tenés un perfil humano digno de tomar como ejemplo…

-Hay que poder andar con la frente bien alta, sabiendo que podés mirar a todo el mundo a los ojos. Si podés lograr eso, es porque has hecho las cosas bien en la vida. Siempre soñé en grande, intenté superarme, pero sin nunca perder los valores y las raíces.

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